Elegir las batallas, desplazar a placer cada uno de los conflictos a la zonas y territorios que más convenga y definir los tiempos en los que deben ampliarse o minimizarse mediáticamente es ganar el control.
La lucha por ganar el control en estos últimos años de competencia política y electoral ha sido sumamente desigual. El ganador ha sido inteligente para marcar los ritmos y las pausas como si solo se tratara de dirigir con una batuta la melodía asimilada de memoria.
Controlar los tiempos y las dinámicas ha colocado a los dirigentes de partidos a dejar en descubierto sus miedos, sus emociones y les ha provocado cometer errores constantemente.
Con esta estrategia han sido engañados y en momentos se les ha hecho creer que pueden tener y ser el contrapeso en la cámara baja y en algunas zonas del país donde han ganado elecciones.
Esa utopía les ha hecho también relajarse por momentos, bajar la guardia ante el rival y exaltar falsamente su ego entre los suyos. El ser engañados ha propiciado la pelea por el derecho a elegir a candidatas y candidatos, pero sobre todo a medir fuerzas con sus propios gobernadores sin importar que esta lucha interna ahuyenta y divide a su buena militancia.
Dominar el control de los tiempos políticos, las narrativas y el discurso también ha provocado que los líderes locales sean predecibles y emulen las acciones de sus compinches sin evaluar que estas prácticas solo los ha conducido a la frustración y el agotamiento.
Hoy los mencionados dirigentes partidistas se encuentran distraídos en poner candados a sus gobernadores para no entregarse al que gobierna más que avocados a encontrar la fórmula para no perder más territorios.
Su falta de visión y su débil comunicación para unir y motivar a sus seguidores les ha minado la identificación partidista de sus militantes la cual día con día se les escurre por las manos.
Durante este nuevo 2022 se asoman temas como la inauguración del aeropuerto Felipe Ángeles, la consulta a la revocación de mandato, la elección de 436 cargos de elección popular entre ellos 6 gubernaturas -donde la oposición pudiera retener únicamente una de ellas- y la puesta en funcionamiento la refinería Dos Bocas en el mes de julio.
Por su puesto. Se añaden a la lista los siempre temas altamente mediáticos correspondientes a la aplicación de la ley para hacer valer el combate a la corrupción de gobiernos anteriores. El tema de sancionar el pasado y aplicar la justicia seguirá siendo el punto débil de los partidos opositores.
De esta lista de eventos mencionados ninguno es favorable para la oposición. Incluso debiera ser alarmante prever que uno de los partidos dominantes del siglo pasado de la alianza opositora para finales de este año solo gobierne un par de estados temporalmente.
El ganar la opinión pública de los temas referidos es igual a mantener el dominio y la administración de la narrativa de los relatos y las acciones durante el año.
Comenzar ganando el año por asestar el primer golpe siempre forma parte una estrategia eficaz de comunicación de gobierno.
La estrategia de ganar el control y dominar los tiempos parece ser pieza fundamental y de largo aliento para llegar con ventaja a las próximas etapas que serán determinantes para la sucesión presidencial.
Mientras la planeación y estrategia de mantener, conservar y ampliar el poder transexenalmente va con viento en popa los líderes de la oposición mexicana parecen estar más preocupados por el cortoplacismo.
Hoy pudieran saberse controlados, pero no han demostrado esa capacidad de oponerse o de dejar de seguir ese ritmo pautado. La rapidez y movilidad para reaccionar o contraatacar no ha sido su fortaleza.
Sin embargo, lo joven del año 2022 les da la oportunidad de sorprender y de cambiar el campo de batalla donde han perdido estos últimos tres años.
Dejar el ego en un cajón, comunicar estratégicamente en equipo, capitalizar y provocar el error y maximizar las omisiones y distracciones de quien hoy gana pudiera estar la clave.
Los partidos de oposición son fundamentales para mantener un sistema democrático de pesos y contra pesos, un ambiente de control a decisiones unilaterales y de pensamiento único e incluso de cooperación para mejorar las condiciones sociales. Partidos fuertes es sinónimo de inclusión, de representación y participación ciudadana.
Todo ello parece ser olvidado. Se ha preferido la comunicación partidista centrada en los intereses de grupo y de quien los tutelan en lugar de una comunicación institucional y representativa de toda la militancia.
Comunicar liderazgo dentro de un partido implica una metodología muy precisa que parece también ser olvidada o poco conocida.
Es tiempo de revisar y mejorar sus propias estrategias amén de querer seguir bailando en el compás y ritmo que dictan desde otras latitudes.
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