No pocas veces nos hemos sentidos atraídos por la personalidad, la imagen física, la apariencia y la forma de comunicar de un gran número de mujeres en política.
El verlas o escucharlas, tan solo unos minutos, capturan nuestra atención y nos convierten en sus seguidores aun sin conocer sus causas y sin tener una evidencia racional para hacerlo.
El carisma y su efecto emocional es uno de los temas que más interés despierta en la comunicación política pero también de los más desaprovechados a pesar de que es el atributo que precede de la proyección involuntaria de cualidades personales hacia toda clase de públicos y audiencias sociales.
Está característica de ser capitalizada estratégicamente puede persuadir a gran escala y masivamente ya que irradia la fuerza necesaria para conducir a un gran número de personas lo cual se traduce en una fuente de autoridad y de poder.
La gente gusta de seguir a las políticas carismáticas y ser incluso guiadas por ellas no solo por el interés o la empatía que despiertan sino también porque representan lo que los demás quieren ser o quieren tener.
Hoy el carisma es una particularidad que genera magnetismo, simpatía y poder de atracción que debiera capitalizarse o incluso vincularse estratégicamente a favor de terceros en el acompañamiento de la comunicación gubernamental o a favor de un proyecto político de gran alcance o también para empoderar movimientos sociales.
Esta condición puede ser una herramienta muy efectiva para el posicionamiento y la diferenciación estratégica de causas y propuestas políticas que se ofrecen en un ambiente y humor social de polarización.
El carisma acompañado de atributos personales como la personalidad, la presencia, el carácter, el temperamento, la experiencia, la belleza física son elementos capitalizables a través de una estructuración comunicacional en razón del apego emocional que genera en la gente al defender sus causas.
El potencializar esta característica, incluso, podría ser coadyuvante para acrecentar indicadores como la cercanía, confianza y aprobación de un gobierno cuando se acompaña sentimental y moralmente a la pareja que ejerce un cargo público.
Para el reforzamiento y capitalización de esta cualidad, la consultoría política profesional recomienda que las políticas carismáticas adopten un propósito, una visión de la sociedad a futuro, una bandera social en la que se muestre también la fuerza del carácter y la proyección de que se tiene un plan que seguramente se conseguirá hacer realidad.
“Carisma genuino significa la capacidad que convierte a alguien en el centro de atención intensa irreflexiva imitación de los demás” – Liah Greenfield
Para robustecer esa fuerza magnética de la personalidad también es aconsejable la capacitación discursiva y reforzamiento de la elocuencia que permitan proyectar aún con más amplitud la seguridad y facilidad de palabra de las mujeres en política.
Asimismo, es necesario el acompañamiento de una estrategia que permita proyectar sencillez, afabilidad y ser congruentes en la proyección de que se practica lo que se predica, lo cual le dará perdurabilidad al proyecto político en el tiempo.
En contraparte, en la esfera política nacional o internacional ubicamos también a lideresas políticas que a pesar de su alta capacidad en la toma de decisiones públicas e influencia política carecen del carisma necesario como para ganar una elección o ser cercanas con la gente.
Muchas de estas personas -que adolecen de esta la cualidad – siempre estarán en desventaja ya que el carisma es uno de los tres atributos junto con la credibilidad y confianza que generan mayor cercanía con la gente.
Sin estos elementos -y a pesar de los falsos posicionamientos y prefabricación mediática- muchas carreras políticas sucumben con el tiempo.
Capitaliza tu carisma, pero hazlo con estrategia.
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